Marcel Schwob


Dos de los incidentes más aterradores de la literatura son el descubrimiento por parte de Robinson de la huella de un pie desconocido en la arena de su isla y el estupor del Dr. Jekyll cuando al despertar advierte que su propia mano —extendida en la cama sobre las sábanas— se ha convertido en la velluda mano de Mr. Hyde. La sensación de misterio en estos dos acontecimientos es insoportable a pesar de que ninguna fuerza física parezca intervenir. En la isla de Robinson no debería haber la huella de ningún otro pie más que la del suyo, pues está inhabitada; y, dentro del orden natural de las cosas, el Dr. Jekyll no tiene al final del brazo la mano velluda de Mr. Hyde. Son, de hecho, simples oposiciones.


MARCEL SCHWOB, El deseo de lo único, Páginas de Espuma, Madrid, 2012, traducción de Cristian Crusat y Rocío Rosa, pág. 159.

Julien Graq


Cada escritor, en realidad, tiene una sensibilidad diferente para las desviaciones del lenguaje; la corrección absoluta solo evidencia un sentimiento banalizador, anónimo, de la lengua. ¿Por qué habría de proscribir yo las repeticiones de palabras, puesto que es la contorsión de la perífrasis destinada a evitarlas lo que me resulta desagradable? ¿Usted quiere decir "Llueve"?, diga "Llueve". Incluso si es para un segundo chaparrón.


JULIEN GRACQ, fragmento de Leyendo escribiendo, Ediciones y Talleres de Escritura Creativa Fuentetaja, Madrid, 2005, traducción de Cecilia Yepes, pág. 89.

Camille Paglia


El ingenio, como sugiere Jacob Burckhardt, es un elemento concomitante de "aquel nuevo individualismo tan altamente desarrollado", que aparece en el Renacimiento. El ingenio occidental, que culmina en Oscar Wilde, es agresivo y competitivo. Es un lenguaje aristocrático de maniobra social y exhibición sexual. Ingleses y franceses al unísono crearon este estilo inquebrantable, que apenas tiene equivalencias en el Lejano Oriente, donde el humor cultivado tiende a ser suave y difuso.


CAMILLE PAGLIA, Sexual personae, Valdemar, 2006, traducción de Pilar Vázquez Álvarez, pág. 305.

H. P. Lovecraft


La literatura con sesgo ético —o provista de cualquier otro propósito que no sea la expresión propia, usando como únicas bases la naturalidad y la sinceridad cruda— no es, per se, ni arte ni literatura verdadera; y esto se debe a que se aproxima al territorio de la filosofía, una ciencia especulativa situada en las antípodas de la estética. Por supuesto, cualquier obra literaria puede tener los rasgos externos del didactismo; pero si es genuina, su motivación profunda no será didáctica. La poesía verdadera carece de relación con los propósitos intelectuales o morales, o con cualquier cosa que no sea el éxtasis del poeta ante la visión de la belleza y su voluntad inconquistable de alabar aquello que lo conmueve; puramente por el placer de la alabanza y nada más. Poe, Swinburne y Oscar Wilde entendían esto correctamente. De hecho, la única utilidad en poesía de las opiniones y convicciones, o de las ideas del bien y el mal, es excitar las emociones del poeta lo bastante como para que cante con el tono adecuado de éxtasis. Y si se puede cantar de esta manera sin necesidad de estímulos añadidos, como hacía Keats, pues mucho mejor.


H. P. LOVECRAFT, fragmento de una carta a Walter J. Coates, enviada el 14 de febrero de 1928, incluida en Cartas 1: Escribir contra los hombres, Aristas Martínez Ediciones, Badajoz, 2023, traducción de Javier Calvo, pág. 285.

Patricia Highsmith


Es muy importante que la gente, sobre todo la gente joven, escriba algo de poesía durante su vida. Aunque sea mala poesía. Aunque crean que no les gusta la poesía o no tienen talento para escribirla, deberían escribirla, aunque sea mal, si es sincera. Y la poesía sincera de verdad rara vez es mala por mucho que la forma no sea perfecta. Pero la poesía abre una nueva perspectiva del mundo. No es tanto que veamos cosas nuevas como que vemos cosas viejas de un modo diferente. Y esta experiencia es inestimable. Estremece el alma en la misma medida que la experiencia del amor. Es más ennoblecedora. Forja a filósofos y reyes.


PATRICIA HIGHSMITH, anotación del 25 de mayo de 1941 incluida en sus Diarios y cuadernos 1941-1995, Anagrama, Barcelona, 2022, traducción de Eduardo Iriarte Goñi.

José Lezama Lima


Hay viajes más esplendidos: los que un hombre puede intentar por los corredores de su casa, yéndose del dormitorio al baño, desfilando entre parques y librerías. ¿Para qué tomar en cuenta los medios de transporte? Pienso en los aviones, donde los viajeros caminan solo de proa a popa; eso no es viajar. El viaje es apenas un movimiento de la imaginación... Casi nunca he salido de La Habana. Admito dos razones: a cada salida, empeoraban mis bronquios y además, en el centro de todo viaje ha flotado siempre el recuerdo de la muerte de mi padre. Gide ha dicho que toda travesía es un pregusto de la muerte, una anticipación del fin. Yo no viajo: por eso resucito.


JOSÉ LEZAMA LIMA, recogido por MARIO BENEDETTI en Lezama Lima, más allá de los malentendidos, artículo de 1976 incluido en El ejercicio del criterio, Alfaguara, 1995, Madrid, pág. 246.

Julio Cortázar


Es muy fácil advertir que cada vez escribo menos bien, y ésa es precisamente mi manera de buscar un estilo. Algunos críticos han hablado de regresión lamentable, porque naturalmente el proceso tradicional es ir del escribir mal al escribir bien. Pero a mí me parece que entre nosotros el estilo es también un problema ético, una cuestión de decencia. ¡Es tan fácil escribir bien! ¿No deberíamos los argentinos (y esto no vale solamente para la literatura) retroceder primero, bajar primero, tocar lo más amargo, lo más repugnante, lo más obsceno, todo lo que una historia de espaldas al país nos escamoteó tanto tiempo a cambio de la ilusión de nuestra grandeza y nuestra cultura, y así, después de haber tocado fondo, ganarnos el derecho a remontar hacia nosotros mismos, a ser de verdad lo que tenemos que ser?


JULIO CORTÁZAR, fragmento de una entrevista concedida a Luis Mario Schneider en 1963, recogido por MARIO BENEDETTI en Julio Cortázar, un narrador para lectores cómplices, artículo de 1965 recogido en El ejercicio del criterio, Alfaguara, 1995, Madrid, pág. 257.

Joseph Brodsky


Nada convence más a un artista de la arbitrariedad de los medios a los que recurre para conseguir un objetivo —por muy permanente que sea— que el propio proceso creativo, el proceso de la composición. El verso crece en verdad —son palabras de Ajmátova— de la basura; y las raíces de la prosa no son más honorables.


JOSEPH BRODSKY, fragmento de su discurso de recogida del Premio Nobel, incluido en Del dolor y la razón, Ediciones Siruela, 2015, traducción de Antoni Martí García.

Hermann Hesse


Escribir versos “salidos totalmente del corazón” es una falsa ilusión, es algo que no existe. Necesítase la forma, el lenguaje, los versos, la elección de las palabras, y todo esto no tiene lugar en “el sentimiento”, sino en la razón. Bien es verdad que algunos poetas menores eligen sus formas de un modo inconsciente, es decir, imitan formas de versificación extraídas del recuerdo, pero el hecho de que no sepan lo que hacen no altera en nada el proceso. En la lírica de los grandes maestros, desde Píndaro hasta Rilke, no hay nada escrito “exclusivamente con el corazón”, como usted dice, sino todo con la máxima elección y esfuerzo, con la concentración más rigurosa y, a menudo, con un examen minucioso de las leyes y formas heredadas. “Con el corazón” se escriben en caso de apuro cartas y folletines, pero no versos.


HERMANN HESSE, Lecturas para minutos, Alianza Editorial, Madrid, 1977, traducción de Asunción Silván, pág. 114.

Fernando Pessoa


Nunca he pretendido ser más que un soñador. A quien me ha hablado de vivir nunca le he prestado atención. He pertenecido siempre a lo que no está donde estoy y a lo que nunca he podido ser. Todo lo que no es mío, por bajo que sea, ha tenido siempre poesía para mí. Nunca he amado sino a ninguna cosa. Nunca he deseado sino lo que no podía imaginar. A la vida, nunca le he pedido sino que pasase por mí sin que yo la sintiese. /Del amor apenas he exigido que nunca dejase de ser un sueño lejano./ En mis propios paisajes interiores, irreales todos ellos, ha sido siempre lo lejano lo que me ha atraído, y los acueductos que se esfuman –casi en la distancia de mis paisajes soñados, tenían una dulzura de sueño en relación a las otras partes del paisaje–, una dulzura que hacía que yo pudiese amarlos. Mi /manía/ de crear un mundo falso todavía me acompaña, y sólo cuando muera me abandonará.


FERNANDO PESSOA, Libro del desasosiego, Planeta, Barcelona, 1998, traducción de Ángel Crespo, pág. 337.

Milan Kundera


Como los franceses no están acostumbrados a distinguir entre nación y Estado, oigo con frecuencia calificar a Kafka como escritor checo (en efecto, desde 1918 fue ciudadano checo). Por supuesto, es un sinsentido. Kafka sólo escribía en alemán —¿hace falta decirlo?— y se consideraba, sin equívoco alguno, escritor alemán. Sin embargo, supongamos por un momento que hubiera escrito sus libros en checo. ¿Quién los conocería hoy? Antes de conseguir imponer a Kafka en la conciencia mundial, Max Brod tuvo que hacer durante veinte años esfuerzos gigantescos, ¡y eso con el apoyo de los más destacados escritores alemanes! Incluso si un editor de Praga hubiera logrado publicar los libros de un hipotético Kafka checo, ninguno de sus compatriotas (o sea, ningún checo) habría tenido la autoridad necesaria para dar a conocer al mundo esos textos extravagantes, escritos en la lengua de un país lejano «of which we know little». No, créanme, nadie, absolutamente nadie conocería a Kafka hoy si hubiera sido checo.


MILAN KUNDERA, El telón, Tusquets, Barcelona, 2005, traducción de Beatriz de Moura.

Patricia Highsmith


¿Por qué es melancólica la gente creativa? Porque no tienen el estricto marco de comportamiento al que se ciñen todos los demás. Son hierba a merced del viento, mecida de aquí para allá, aplastada a veces contra el suelo. La persona creativa, desde el punto de vista intelectual, consideraría el precio demasiado alto al principio. Lo peor de todo, la horrible certeza de que esta lucha (la historia de la misma) es inservible con fines literarios.


PATRICIA HIGHSMITH, anotación del 2 de enero de 1942 incluida en sus Diarios y cuadernos 1941-1995, Anagrama, Barcelona, 2022, traducción de Eduardo Iriarte Goñi.

Paul Valéry


Está claro que aumentar, profundizar un pensamiento más allá de cierto punto, se opone a la vida. Si le quitamos a ésta su carácter imprevisto, se falsea. Transformar todo en problema o en ley es querer oponerse a ciertos efectos que necesitan sorpresa, captura, aparición, espontaneidad. Ciertas cosas necesitan el silencio del pensamiento — Al igual que el pensamiento necesita el silencio de ciertas cosas — ¿Qué hacer entre estas 2 necesidades?


PAUL VALÉRY, Cuadernos (1894-1945), Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2007, traducción de Maryse Privat, Fátima Sainz y Andrés Sánchez Robayna, pág. 404.

Federico García Lorca


Ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.


FEDERICO GARCÍA LORCA, declaraciones a El Sol, 10 de julio de 1936, recogido por Ian Gibson en Lorca-Dalí. El amor que no pudo ser, Plaza & Janés, Barcelona, 1999, pág. 268.

Salvador Pániker


Menospreciar las humanidades es un suicidio total. ¿Cómo vas a suprimir las humanidades si tienes que enfrentarte a una vida donde ya no hay absolutos? Tienes que conocer los esfuerzos que ha hecho el ser humano para tenerse en pie a lo largo de la historia. ¿Cómo vas a ir por la vida sin saber qué es el materialismo, el hinduismo, el taoísmo? Tienes que tener un mapa del territorio y eso sólo te lo da la cultura de letras, para después escoger tu propio camino. No puedes privar a la gente de eso, porque entonces lo que tienes son animales amputados, que sólo tienen un poco de tecnología y para de contar.


SALVADOR PÁNIKER: «La decrepitud me asusta mucho más que la muerte», entrevista de Inés Martín Rodrigo publicada en ABC el 20 de noviembre de 2015. Toda la entrevista AQUÍ.

Gertrude Stein


Usted conseguirá escribir si lo hace sin pensar en el resultado en términos de resultado, sino pensando en la escritura en términos de descubrimiento, que es lo mismo que decir que la creación debe producirse entre el lápiz y el papel, no antes, en el pensamiento, o después, al darle nueva forma. Sí, es cierto que primero es un pensamiento, pero no debe ser una idea elaborada. Si está ahí, y si lo deja usted salir, saldrá, y lo hará en forma de una experiencia creativa repentina. No sabrá cómo ocurrió, ni siquiera de qué se trata, pero será una creación si surge de usted y del lápiz, y no de un trazado arquitectónico previo de lo que quiera hacer. La técnica no es tanto cuestión de forma o estilo como del modo en que surgen ambos, y de cómo lograr que lo hagan de nuevo. Si uno permite que la fuente se hiele, siempre quedará el agua helada, saltando hacia el cielo y cayendo hacia el suelo, su movimiento congelado. Estará allí para verla, pero ya no manará. Sé lo importante que es experimentar ese reconocimiento creativo. No es posible introducirse en el útero para dar forma al niño: está allí dentro, se hace a sí mismo y surge completo. Existe y uno lo ha hecho y lo ha sentido, pero ha venido por sí mismo. Eso es el reconocimiento creativo. Por supuesto uno tiene más control sobre lo que escribe. Hay que saber lo que se desea obtener, pero una vez descubierto, hay que dejarse llevar, y si parece alejarnos del camino, nada de echarse atrás, porque quizá sea ahí donde instintivamente queremos estar. Quien se vuelve atrás e intenta permanecer para siempre donde siempre ha estado hasta entonces, se seca.


GERTRUDE STEIN, entrevistada por John Hyde Preston en The Atlantic Monthly, agosto de 1935, incluida en Las grandes entrevistas de la historia 1859-1992, El País Aguilar, 1997, traducción de Herminia Bevia y Antonio Resines. Toda la entrevista AQUÍ

Franz Kafka


El camino de la cabeza a la pluma es mucho más largo y difícil que el camino de la cabeza a la lengua. En su transcurso se pierden muchas cosas.

FRANZ KAFKA, recogido por Gustav Janouch en Conversaciones con Kafka, Destino, Barcelona, 1997, traducción de Rosa Sala.

Gustave Flaubert


Antes se creía que solo la caña daba azúcar. Ahora el azúcar se obtiene casi de todo; lo mismo sucede con la poesía. Saquémosla de cualquier cosa, pues yace en todo y por doquier: no hay un átomo de materia que no contenga el pensamiento; y hemos de acostumbrarnos a considerar el mundo como una obra de arte cuyos procedimientos hemos de reproducir en nuestras obras.


GUSTAVE FLAUBERT, fragmento de la carta enviada a Louise Colet el 27 de marzo de 1853, recogida en Cartas a Louise Colet, Siruela, 1989, traducción de Ignacio Malaxecheverría.

Tomás Segovia


Si yo escribo un poema sobre el atardecer o sobre mi mujer desnuda, lo que me interesa no es hacer un hermoso poema, sino el atardecer o mi mujer desnuda. Si por un solo instante me interesara más mi poema que lo que en él, por pura ansia de realidad, intento expresar, me parecería haber cometido una especie de suicidio. Este suicidio es el que cometen hoy tantos artistas.


TOMÁS SEGOVIA, El tiempo en los brazos (1950-1983), Pre-Textos, Valencia, 2009, pág. 19.

Mario Vargas Llosa


Una humanidad sin lecturas, no contaminada de literatura, se parecería mucho a una comunidad de tartamudos y de afásicos, aquejada de tremendos problemas de comunicación debido a lo basto y rudimentario de su lenguaje. Esto va también para los individuos, claro está. Una persona que no lee, o lee poco, o lee solo basura, puede hablar mucho pero dirá siempre pocas cosas, porque dispone de un repertorio mínimo y deficiente de vocablos para expresarse. No es una limitación solo verbal; es, al mismo tiempo, una limitación intelectual y de horizonte imaginario, una indigencia de pensamientos y de conocimientos, porque las ideas, los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la realidad existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las palabras a través de los cuales los reconoce y los define la conciencia. Se aprende a hablar con corrección, profundidad, rigor y sutileza, gracias a la buena literatura, y sólo gracias a ella. Ninguna otra disciplina, ni tampoco rama alguna de las artes, puede sustituir a la literatura en la formación del lenguaje con que se comunican las personas. Los conocimientos que nos transmiten los manuales científicos y los tratados técnicos son fundamentales: pero ellos no nos enseñan a dominar las palabras y a expresarnos con propiedad: al contrario, a menudo están muy mal escritos y delatan confusión lingüística, porque sus autores, a veces indiscutibles eminencias en su profesión, son literariamente incultos y no saben servirse del lenguaje para comunicar los tesoros conceptuales de que son poseedores.


MARIO VARGAS LLOSA, La verdad de las mentiras, Alfaguara, Madrid, 2005, págs. 389-390.

Virginia Woolf


Cada vez que una lee de una bruja tirada al agua, de una mujer poseída por los demonios, de una curandera vendiendo hierbas y aun de la madre de un hombre célebre pienso que estamos en la pista de un novelista, un poeta abortado, o una Jane Austen muda y sin gloria, una Emily Brönte rompiéndose los sesos en el páramo o recorriendo con desolación los caminos, trastornada por la tortura de su genio. Me atrevo a afirmar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer. 


VIRGINIA WOOLF, Un cuarto propio, Alianza Editorial, Madrid, 2003, traducción de Jorge Luis Borges, pág. 56.

Michel Onfray


La doxografía antigua está saturada de anécdotas. Diógenes Laercio —¡hay que leerlo! — nos ofrece millares de ellas, cuyo sabor no es precisamente del agrado de los profesionales de la filosofía. En eso se equivocan, así como se equivocan cada vez que se privan del placer de ser inteligentes, o más aún, de la inteligencia de un placer. Pues con frecuencia la anécdota recoge el sentido de toda una filosofía. La historia menuda no es en este caso un fin en sí mismo, no tiene su origen en las habladurías, la espuma de los días o la superficie de las cosas; por el contrario, enseña la profundidad, conduce directamente al epicentro a quienquiera que preste oídos a estas sagas en miniatura.


MICHEL ONFRAY, Las sabidurías de la antigüedad, Anagrama, Barcelona, 2007, traducción de Marco Aurelio Galmarini, págs. 63 y 64.


Rosa Montero


La escritora Belén Gopegui me dijo hace algún tiempo que le desagradaban las biografías y que el género le parecía puramente chismoso. A mí, en cambio, me encanta; y no por lo que pueda tener de cotilleo, sino por su cualidad especular. Creo que al leer las vidas de los demás estamos intentando aprender de ellos: los personajes biografiados son exploradores que van de descubierta por esa terra incognita que es la existencia. Estudiamos sus aventuras y sus desventuras con el afán de deducir cómo es aquello que nos espera: cómo se puede uno manejar ante el triunfo y el fracaso, ante la vejez, el desamor o la pérdida, ante la muerte de los demás y la muerte propia.


ROSA MONTERO, Historias de mujeres, Alfaguara, Madrid, 1995, pág. 238.

W. H. Auden


Aunque una obra literaria pueda leerse de varias maneras, estas lecturas no son infinitas y pueden ordenarse de un modo jerárquico: algunas lecturas son sin duda más «verdaderas» que otras, algunas resultan improbables, otras falsas, y otras, como empezar por el final e ir avanzando hacia el principio, francamente absurdas. Por esa razón, a una isla desierta, uno debería llevarse un buen diccionario, antes que la mayor obra literaria imaginable; porque, respecto de sus lectores, el diccionario es completamente pasivo y puede, legítimamente, leerse de infinitas maneras.


W. H. AUDEN, El arte de leer: Ensayos literarios, Lumen, Barcelona, 2013, traducción de Juan Antonio Montiel.

Hermann Hesse


Los libros no están ahí para hacer aún menos independientes a las personas dependientes, y tampoco para proporcionar una vida ficticia y barata a las personas incapacitadas para la vida. Todo lo contrario: los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y la sirven y le son útiles, y cada hora de lectura que no produce al lector una chispa de fuerza, un presagio de rejuvenecimiento, un aliento de nueva frescura, es tiempo desperdiciado.


HERMANN HESSE, fragmento 308 de Lecturas para minutos, Alianza Editorial, Madrid, 1977, traducción de Asunción Silván, pág. 217.