Milan Kundera


Como los franceses no están acostumbrados a distinguir entre nación y Estado, oigo con frecuencia calificar a Kafka como escritor checo (en efecto, desde 1918 fue ciudadano checo). Por supuesto, es un sinsentido. Kafka sólo escribía en alemán —¿hace falta decirlo?— y se consideraba, sin equívoco alguno, escritor alemán. Sin embargo, supongamos por un momento que hubiera escrito sus libros en checo. ¿Quién los conocería hoy? Antes de conseguir imponer a Kafka en la conciencia mundial, Max Brod tuvo que hacer durante veinte años esfuerzos gigantescos, ¡y eso con el apoyo de los más destacados escritores alemanes! Incluso si un editor de Praga hubiera logrado publicar los libros de un hipotético Kafka checo, ninguno de sus compatriotas (o sea, ningún checo) habría tenido la autoridad necesaria para dar a conocer al mundo esos textos extravagantes, escritos en la lengua de un país lejano «of which we know little». No, créanme, nadie, absolutamente nadie conocería a Kafka hoy si hubiera sido checo.


MILAN KUNDERA, El telón, Tusquets, Barcelona, 2005, traducción de Beatriz de Moura.