La adolescencia es un gran rito de iniciación encaminado a transformar a los niños en adultos. Esos ritos de iniciación comportaban, antiguamente, pruebas muy duras. Con el tiempo se transformaron en una especie de “autodescubrimiento” dirigido por la “educación”. La adolescencia, esa edad tan vulnerable y hormonal, requiere pues una enérgica y delicada paideia. Los generalmente mal diseñados adultos arrancan de una adolescencia deplorable. Y ésta es la razón por la que un profesor de bachillerato es mucho más importante que un profesor de universidad. Y por la que un maestro de enseñanza secundaria debería gozar de mayor prestigio, e incluso estar mejor remunerado, que uno de universidad.
SALVADOR PÁNIKER, Diario del anciano averiado, Penguin Random House,
Barcelona, 2015, pág. 131.