La doxografía antigua está saturada de anécdotas. Diógenes Laercio —¡hay que leerlo! — nos ofrece millares de ellas, cuyo sabor no es precisamente del agrado de los profesionales de la filosofía. En eso se equivocan, así como se equivocan cada vez que se privan del placer de ser inteligentes, o más aún, de la inteligencia de un placer. Pues con frecuencia la anécdota recoge el sentido de toda una filosofía. La historia menuda no es en este caso un fin en sí mismo, no tiene su origen en las habladurías, la espuma de los días o la superficie de las cosas; por el contrario, enseña la profundidad, conduce directamente al epicentro a quienquiera que preste oídos a estas sagas en miniatura.
MICHEL ONFRAY, Las sabidurías de la antigüedad, Anagrama, Barcelona, 2007,
traducción de Marco Aurelio Galmarini, págs. 63 y 64.